Nada se supo sobre la doctora “Cuca” por un largo tiempo. En tanto el mundo civilizado se reponía del desastre ocasionado por la invasión, volviendo, por una inveterada falta de buen criterio, a características parecidas a las que antaño poseyera. Finalmente ella misma rompió su silencio haciéndose presente a través de un mensaje que misteriosamente llegó a los principales medios de difusión, los cuales, ya que ese era su cometido (y no la publicidad, como muchos afirmaban), se ocuparon de propagarlo rápidamente.
La afamada científica se dirigía a todos
los que
fueran capaces de comprender, para hacerles notar lo que había ocurrido: “Esa
subversión, esa alteración en el orden de las cosas, era solo la consecuencia
de anteriores causas. Siendo el corolario de un accionar totalmente
improcedente, cuyos responsables tienen la capacidad de realizar el desafuero,
pero se encuentran imposibilitados de revertirlo; aún ante el extraño caso de
así desearlo. Y no solo por su falta de conocimientos, sino a causa de su
pensamiento, que absolutamente lineal y pequeño (cuando no interesado), los
ciega ante las innumerables evidencias de la existencia de una armonía cósmica
que no puede ser alterada sino ante el riesgo de desastres y cataclismos de
magnitud impredecible.
Llama aquí a la reflexión, cuestionando
los sistemas imperantes, a los que califica como “resabios de un pasado ya
perimido” y de “precarios remedos de concepciones políticas genéticamente
defectuosas, sin exclusión ninguna.”
En tanto, y estableciendo un parangón
entre lo colectivo y lo familiar, se pregunta: “Si los mayores atributos de un
buen padre de familia no debieran ser aquellos relacionados con los
sentimientos; pues son ellos los que guiaran sus mejores decisiones conducentes
al bien común. Si lo expuesto fuera válido para la célula familiar sana que compone
el tejido orgánico social, cuanto más para este último, que necesitará de un
buen cerebro que razone, pero, y sobre todo, de un gran corazón que a este
conduzca.”
Con referencias de gran predicamento,
avaladas por su personal experiencia, la autora del manifiesto considera en
este escrito, “que la auténtica meta del hombre como individuo es solo aquella
que surja, espontáneamente sugerida, desde ese sitio ubicado en ningún lado y
con decenas de nombres ya gastados por su mal uso. Evidenciándose, a veces
suavemente en una personal inclinación o gusto, u ordenando otras en la
urgencia de una vocación, el accionar y dirección de cada vida en particular,
siendo conducente a su más caro anhelo: La Felicidad. La que a
su vez resume en sí misma, una gran cantidad de condiciones, que no son otras
que las que la hacen posible y perdurable.”
“Siendo este el auténtico destino
individual, lo es, consecuentemente, también el de toda la comunidad humana, la
que reconoce un origen en común y tendrá, más tarde o más temprano, un estado
de comprensión, que le permitirá constituirse en ese nivel de conciencia donde
no son necesarias las explicaciones. Allí mismo donde “se vive” una superior
capacidad de integración con la creación. Donde es obvia la unión entre los
infinitos elementos que la conforman, y, por tanto, el deseo egoísta ha muerto
víctima de su propia deformidad.”
Luego de algunas apreciaciones sobre la
responsabilidad que a cada cual cabe dentro los desatinos, de todo tipo y
catadura, que se han cometido contra una biosfera que, como no puede ser de
otra forma, a todos incluye, la doctora Perla Maris, la única persona en la
historia a la que la humanidad toda le debe continuar en esta vida (ya buena,
ya mala), incomprensiblemente pide excusas. Se disculpa públicamente por, tal
ella misma lo expresa: “Haber abierto, sin notarlo, una puerta que debió
permanecer cerrada, permitiendo de esta forma el ingreso de los ineptos a un
sitio reservado solo para los sabios.” Finalizando esta extraña alocución con
una expresión muy poco científica por cierto, haciendo directa y explicita
mención a lo que denomina como un “postulado del sentimiento, que no admite
mensura ni prueba de laboratorio”; sin más detalle sobre el particular.
Jamás nadie pudiera haber comprendido el
porqué, ni significado, de este extraño discurso. Si bien se hacía palpable
que, tal algunos históricos casos debidamente registrados, los poseedores de
ciertos privilegiados cerebros en determinados momentos de sus vidas se
deslizaban extrañamente hacia un evidente misticismo, esto no explicaba el
porqué la más insigne científica de la historia debía presentar excusas ante un
mundo al cual había salvado del exterminio. Muchos fueron los *prestigiosos
*acreditados estudiosos de todas las ramas del “saber” humano que intentaron,
infructuosamente, claro, descifrar el contenido explícito y subliminal del
mensaje.
Sin embargo, algunos grupos de
ignorantes e ignotos adeptos a raras creencias no oficiales y sin basamento
institucional alguno, se lanzaron a predicar cierta interpretación, que según
afirmaban, existía subyacente en el mismo -más lo que fuera de prístina
exégesis-, pero, como el lector bien comprenderá, no fueron tenidos en cuenta
por la inmensa mayoría de sus cautos congéneres.
Según se dice, las dos terceras partes
de la población descreyeron de las enseñanzas de estas “sectas”, que en mucho
hacían recordar a la de los primeros cristianos en Roma, y que sacaban a
relucir viejas, olvidadas profecías ya descalificadas por los expertos.
Las especulaciones sobre los “quiso
decir...”, los “quizá se podría
interpretar...”, y los “debemos aguardar la segunda parte de este documento
que, seguramente...”, cesaron abruptamente al ser desplazada la opinión pública
hacia noticias más urgentes. Las que daban cuenta de que en una nueva guerra,
otra vez solo entre hombres, y recientemente comenzada en la zona del Golfo
Pérsico, las tropas en pugna, primero, y la población en general después,
habían contraído una extraña enfermedad epidémica. El mal, sin síntomas físicos,
producía sobre el infectado tal grado de apatía que se dejaba morir allí mismo
donde fuera que se encontrara negándose a recibir cualquier tipo de ayuda.
¡PADRE PERDÓNALOS, PUES AÚN SABIENDO LO
QUE HACEN, IGNORAN LO QUE SE HACEN!
Apéndice
Luego de algunas, no demasiadas,
consideraciones, y dado que el paso de los tiempos hace ya innecesaria cualquier discrecionalidad,
expondremos a continuación cual fue la principal actividad de la doctora “Cuca”
durante el periodo en que decidió retirarse; previas algunas acotaciones,
producto de una inesperada contribución ajena al autor de este escrito.
-Si bien muchos *prestigiosos estudiosos
de la superficialidad humana se han manifestado en reiteradas ocasiones en
contra de la vida en soledad, efectuando severas críticas sobre esta actitud;
que van desde el tan mentado “escapismo” hasta la argumentación de que “el
hombre es un ser gregario necesitado de su comunidad”. Obviando en sus
opiniones que el retiro, tan vapuleado, ha producido los mayores logros humanos
en casi todos los campos del conocimiento y, lo que es mucho más importante, de
la sabiduría. El caso es que al alejarse de la sociedad, irremediablemente
lleva uno algo consigo. Algo propio y mucho “ajeno”, elementos estos que serán
escudo y lanza con los cuales batallar. Pues quien se va es precisamente quien
decide no continuar escapando, sino que, por el contrario, se dirige
valientemente al frente de lucha. Al campo en donde deberá medirse consigo
mismo, sin subterfugios, distracciones ni postergaciones. Verse, antes que
nada, sin los ropajes de ajenas opiniones, desnudo ante el espejo de su
conciencia, que le devolverá, finalmente visible, la imagen de su propia
personalidad. Aceptar, ¡qué remedio!, esa visión como el sub.-total de la
ecuación que la vida le arroja hasta el presente. Luego, si sortea el
desequilibrio de la locura, deberá abocarse, desde su reciente comprensión, a
la labor a que está destinado. Sin nunca más poder, (tal lo hubo estado
haciendo durante su permanencia “en sociedad”) aguardar quedamente, mirando
distraído (y por cierto muy ocupado) hacia el paisaje exterior, hasta que,
sorpresivamente, le sea entregado el comprobante con el saldo final de su
cuenta; ahora ya irremediablemente cerrada.
Si es que alguien ha logrado engañarse a
sí mismo, creyendo que un solitario retiro le facilitará el publicitado “no
hacer nada”, ahí notará su error ante su absoluta imposibilidad. Cada cual
irremediablemente acometerá, con o sin éxito, lo que cree, puede, guste o
aborrezca realizar, con el único capital de aquello adquirido previamente, y
según el caso. Aún ante la más firme decisión de permanecer totalmente
inactivo, ya estará realizando algo: el nada simple dejarse (que como todo
verbo indica acción) morir. Con lo que pondrá de manifiesto que “estará” (otro
verbo) realizando un deseo.
No menos importante, aunque difícilmente
notorio a la vista a los marinos de tierra, es que la posición geográfica,
aunque lejana, no desvincula a los seres, jamás podría; tal su ciencia ya lo
había demostrado acabadamente. Proveyéndose unos y otros del capital siempre
renovado de la conciencia colectiva, campo cuántico, infoenergía o como quiera
llamársele, que vincula, y siempre lo hará, a toda vida con apariencia de
individualidad.
Es cierto que la distancia realmente
separa, pero únicamente a lo menos importante, las personalidades.-
A estas alturas, el narrador desea
disculparse por estas digresiones, que obedecen a la incorporación de sus
pequeños nietos como honorarios colaboradores. Licencia otorgada ante el
supuesto de que la adición de estos axiomas infantiles, tal los que anteceden,
pudiera divertir al lector amenizando el presente.
Aclarado lo cual, vamos en derechura al
asunto que nos ocupa: la actividad de nuestra protagonista durante esos tiempos
en los que no la alcanzó la crónica.
Luego de algunos meses de “escapismo” dedicados
a la introspección, a largas caminatas por los añosos bosques, la lectura
trascendente, la meditación y otras acciones igualmente carentes de crédito en
esos tiempos, la doctora “Cuca”, inspirada, al parecer por alguna idea producto
de estas actividades, se sumergió en una desesperada búsqueda del compuesto que
revirtiera los efectos del “Desanimador”.
Debido exclusivamente al papel que
recientemente le cupiera realizar, y en su carácter de impenitente
investigadora, era privilegiada poseedora de algunos valiosos especímenes de
los asquerosos ortópteros rescatados del masivo exterminio. Con la involuntaria
ayuda de estos ejemplares, en el destacado papel de conejillos de indias,
prontamente logró su propósito: devolver el ánimo a las contaminadas asquerosas
cucarachas. ¡Genial Doctora!
Alentada por su éxito, e imbuida de la
seguridad de que más tarde o temprano el hombre necesitaría de este
“Revertidor” para sí mismo, decidió adaptarlo en sus efectos y aplicarlo
precisamente a alguno de ellos, previa contaminación, claro está, con su
flamante versión, obtenida, no sin esfuerzo, del ultrasecreto “Suplemento Dietario
para Humanos”. Siendo, este último, de indispensable creación, en camino de
lograr el susodicho “Revertidor”.
La dificultad estribaba en que en su
laboratorio no contaba con ningún ejemplar de esta especie. Ninguno destinado a
la investigación, que de los otros había por todos lados. Por este único
detalle, el trabajo se vio obligadamente suspendido. Y así hubiera permanecido
para siempre si no fuera por el invalorable aporte de un entusiasta (virtud
indispensable para la prueba) moribundo alojado en el hospital local, quien,
sin pedir mucho detalle, se ofreció voluntariamente como sujeto del
experimento.
Luego de una pequeña aplicación del “Desanimador
humano”, el hombre cayó prontamente en el más absoluto desgano. Comprobado lo
cual, se procedió a suministrarle suculentas dosis de su opuesto: el
“Revertidor”, también de uso para estos seres. Pero todo intento fue inútil, no
hubo nada que lo detuviera en su camino hacia donde fuera que se dirigiera.
Simplemente falleció víctima de la falta de deseos de no hacerlo.
La conclusión resultó lapidaria: “Los
seres “inferiores” no conocen el desánimo ni la depresión. Si esto les es
inducido, se revierte fácilmente. Por otro lado, los humanos pasan su vida
luchando contra este enemigo interno que carcome, sin reemplazo ni sublimación,
un ego agigantado por la ignorancia, produciendo un aparente vacío
absolutamente carente de motivaciones. Esta penuria, una vez activada y
exteriormente alimentada se hace invulnerable, ya que es parte inseparable de
la mente de la especie en su actual estado de evolución.”
“Los males que sufrimos se asientan en
el propio fundamento del pensamiento humano”
Pierre
Teilhard de Chardin.
Aún después de haber transcurrido tanto
tiempo de ocurridos los hechos en marras, no se ha descubierto, y a nadie ya
interesa, el porqué la tercera parte de la población mundial no resultó
afectada por la catástrofe que desalojó de esta vida a más del setenta por
ciento de los habitantes humanos del planeta. Eso sí, todos los supervivientes
guardábamos, y aún más que antes hoy lo hacemos, ciertas características que al
parecer han sido definitorias para la naturaleza en el momento de decidir.
¡GRACIAS POR EL AMOR!
Ignacio Elfo Terra Maris.
El relato de esta saga fue concluido durante la décima
luna del cuadragésimo séptimo año del nuevo calendario.
Filemón Solo
*NdA: para una mejor comprensión del
tema en cuestión, debe tenerse en cuenta la fundamental importancia que poseía
el “prestigio”; tanto para este, cuanto para casi todos los asuntos conocidos.
*NdA: Acreditado: Participio
adjetivo, “Se aplica al que tiene crédito (fama de bueno)”, textual.
Era casi tan importante, y dilecto hermano, del ya
mencionado “prestigio”. Aún más, hubo quien afirmara que no puede existir este
último sin haber logrado aquel primero.
*NdA: Si bien con el transcurrir de los
tiempos, y la evolución tecnológica del armamento, las citadinas puertas
entraron (ellas mismas) en desuso, no así las llaves que accionaran sus
antiguas cerraduras, deviniendo finalmente en representativos, cuanto
inciertos, símbolos de libre acceso a las poblaciones que antaño resguardaran.
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