Cuentos de Filemón Solo

sábado, 10 de enero de 2015

A LA SALIDA DEL COLEGIO


A LA SALIDA DEL COLEGIO 

Calor bochornoso en la calle, una mente llena de pensamientos confusos, mientras, y sin saber el motivo, deambulaba solitario por el barrio.
Alertado por el bullicio producido por los niños al retirarse de la escuela, observó la hora en su reloj de pulso y pensó que en caso de darse prisa aún podría encontrar a su hijita para la salida del colegio.
Solo faltaban dos cuadras para llegar al vetusto edificio religioso. Apurando el paso, reflexionaba sobre la gris frialdad de esos muros albergando tantas pequeñas vidas cubiertas por patéticos uniformes que despersonalizaban su individualidad. Indudable esfuerzo el de los pequeños para comenzar cada día en medio de un trato que semejaba al gris de las paredes, dentro de un aula fría o apenas entibiada por un sistema de calefacción deficiente.
Paredes grises por dentro, por fuera, y una mayor confusión en su ánimo, lo llevaron hasta el portón de ingreso y el consiguiente bullicioso semillero de niñas saliendo del claustro. Al no ver entre ellas a su hijita, decidió consultar con la hermana portera, quién vigilara este desorden desde una cara adusta de dura mirada.
-¿A quién busca?, no conozco a ninguna alumna con ese nombre-, sentenció la hermana intentando una precautoria retirada hacia el interior.
Los sentimientos afloraron espontáneos, tal siempre lo hacen, ora como temor ante la falta de su hija, ora como una incipiente ira ante el impersonal trato que su interlocutora le brindara, quién, ya con el paso cortado, se sostenía segura en su primera afirmación. Ella nada sabía sobre esa niña.
Desoyendo advertencias y amenazas ascendió a la secretaría del colegio. El desesperado padre insistía, ya fuera de sus cabales, en hablar con la madre superiora para exigirle una explicación sobre esta vergonzosa confusión y la inmediata entrega de su hija.
Ante el griterío reinante, la puerta de la sala de profesores dio paso a la curiosidad en la persona de los docentes allí reunidos. Nadie conocía a la reclamada niña, y aún menos su paradero.
Una joven profesora, dando muestras de gran valentía, se adelantó encarando con una sonrisa al desquiciado padre. Estrechando su mano lo llamó por su nombre y afirmó conocer a su hija, había sido su compañera de aula y egresaron juntas hacía…dieciocho años.
Calor bochornoso en la calle donde un hombre solitario arrastra sus pies, en tanto un profundo llanto le brota de un corazón ya cansado de latir.                                           
                                                     
                                                                        Filemón Solo





















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