A
LA SALIDA DEL COLEGIO
Calor
bochornoso en la calle, una mente llena de pensamientos confusos, mientras, y
sin saber el motivo, deambulaba solitario por el barrio.
Alertado
por el bullicio producido por los niños al retirarse de la escuela, observó la
hora en su reloj de pulso y pensó que en caso de darse prisa aún podría
encontrar a su hijita para la salida del colegio.
Solo
faltaban dos cuadras para llegar al vetusto edificio religioso. Apurando el
paso, reflexionaba sobre la gris frialdad de esos muros albergando tantas
pequeñas vidas cubiertas por patéticos uniformes que despersonalizaban su individualidad.
Indudable esfuerzo el de los pequeños para comenzar cada día en medio de un
trato que semejaba al gris de las paredes, dentro de un aula fría o apenas
entibiada por un sistema de calefacción deficiente.
Paredes
grises por dentro, por fuera, y una mayor confusión en su ánimo, lo llevaron
hasta el portón de ingreso y el consiguiente bullicioso semillero de niñas
saliendo del claustro. Al no ver entre ellas a su hijita, decidió consultar con
la hermana portera, quién vigilara este desorden desde una cara adusta de dura
mirada.
-¿A
quién busca?, no conozco a ninguna alumna con ese nombre-, sentenció la hermana
intentando una precautoria retirada hacia el interior.
Los
sentimientos afloraron espontáneos, tal siempre lo hacen, ora como temor ante
la falta de su hija, ora como una incipiente ira ante el impersonal trato que
su interlocutora le brindara, quién, ya con el paso cortado, se sostenía segura
en su primera afirmación. Ella nada sabía sobre esa niña.
Desoyendo
advertencias y amenazas ascendió a la secretaría del colegio. El desesperado
padre insistía, ya fuera de sus cabales, en hablar con la madre superiora para
exigirle una explicación sobre esta vergonzosa confusión y la inmediata entrega
de su hija.
Ante
el griterío reinante, la puerta de la sala de profesores dio paso a la
curiosidad en la persona de los docentes allí reunidos. Nadie conocía a la
reclamada niña, y aún menos su paradero.
Una
joven profesora, dando muestras de gran valentía, se adelantó encarando con una
sonrisa al desquiciado padre. Estrechando su mano lo llamó por su nombre y
afirmó conocer a su hija, había sido su compañera de aula y egresaron juntas
hacía…dieciocho años.
Calor
bochornoso en la calle donde un hombre solitario arrastra sus pies, en tanto un
profundo llanto le brota de un corazón ya cansado de latir.
Filemón Solo
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1 comentario:
Te quiero papa
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